domingo, marzo 25, 2007

Europa, triste e incomprendida

Hoy me he he preguntado a mi mismo el "qué" y el "por qué" de Europa y me ha soprendido tardar más de la cuenta en darme algunas respuestas coherentes. Tal vez lo único decente que se me ha ocurrido es un "qué tiene que ser".

Hoy en día y tal vez desde un punto de vista etnocentrista pienso que las ideas más humanísticas radican en su base en el viejo continente, un mundo civilizado; el nuestro, que en pleno siglo XXI aún adolece de feas rencillas en forma de guerras o de diferenciaciones esclavizantes por su lugar de nacimiento o su sexo, necesita un cambio, tal vez más rápido debido al ya omnipresente calentamiento global.

Siempre creí de niño al ver las películas americanas que, llegado el momento de la tragedia, los Estados Unidos tomarían el mando y, apoyado por el resto del mundo, podrían conseguir evitar cualquier desastre natural, humano, extraterrestre, lo que fuera... al fin y al cabo, ¿siempre ganaban no?. Dejando de lado que esa equivocada idea es muy probable que hoy persista en americanos hechos y derechos, EEUU es el único reducto que nos quiere destinar de forma consciente a vivir mucho peor en el futuro que hoy en día... al fin y al cabo para ellos el protocolo de Kyoto les suena a chino o, tal vez, se hacen los suecos.

Y es que cuando oigo hablar de que el Tribunal Internacional quiere juzgar a Bush, Blair e incluso al amigo Anzar, la lógica entiende que está bien, que debería ser así y no solo con los dictadores y megalómanos del tercer mundo (he incluso del "segundo"), sino con toda esta patraña de seres que se dedican a utilizar las muertes como herramienta de sus fines.

¿Qué puede dar Europa al mundo que le desoye y le quita el protagonismo que gana EEUU? Sin duda lo que lleva tanto tiempo usando en su seno, lo que al fin y al cabo es tan simple y lógico que da pereza nombrarlo; El derecho internacional, tal vez una vieja utopía que debería ser lo que "suplantara" a las guerras, pero sigue ahí, sin tener una importancia y una obediencia demostrada por todos. Sencillamente sigue siendo el príncipe que espera a que un rey atemporal y con poder, demacrado e ineficiente, deje paso a sus ideas basadas en la lógica del momento y en lo que el pueblo verdaderamente desea y quiere.

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